actualidad
Los otros riesgos que asume el inversor
El concepto de volatilidad es diferente para cada persona, pues depende de factores individuales.
Recientemente llegaba a nuestras manos un artículo escrito por Enrique Borrajeros, Director de Desarrollo de Negocio de Abante Asesores, en el que da algunas claves de los riesgos a los que se enfrenta cualquier inversor y lo difícil que resulta evaluar los mismos. Entre ellos destaca los que siguen:
- La ausencia de planificación, de saber dónde estamos, qué queremos conseguir y cómo lo vamos a financiar, nos conduce a la búsqueda al azar de la inversión de moda, de la que ofrezca el banco o de la que tan bien le ha ido al inversor de éxito que abre la portada de la prensa de hoy. Nuestro plan financiero es personal e intransferible o no es, y tomar como referencia la rentabilidad de otro es asumir sus riesgos, sus plazos y sus circunstancias.
- Riesgo de crédito. La manifestación temprana de la crisis financiera internacional fueron las pérdidas sufridas en inversiones cuyo activo subyacente no tenía la calificación crediticia que se la atribuía. Incluso hoy, las emisiones de deuda pública (deuda del estado, bonos patrióticos…) no gozan de la calidad crediticia que tradicionalmente han tenido. Es más, los depósitos, paradigma de la seguridad (fiduciaria), son hoy, en el caso de algunas entidades, un activo seguro gracias a un rescate bancario.
- Contraparte y valoración. Es curioso como asociamos seguridad a ausencia de mercado, de cotización diaria de un activo. La formación de precios, por amplia y libre concurrencia de oferta y demanda, garantiza las posibilidades de comprar o vender activos. El problema es que necesitemos el dinero de nuestra inversión y no podamos vender, o tengamos que hacerlo a un precio que calcula el propio emisor del título, que hace de contraparte. Este ha sido el “mercado” de preferentes.
- Inflación e impuestos. En un entorno de mayor fiscalidad y mayor inflación, invertir al 3,5% o el 4%, sin posibilidad de optar a mayores rentabilidades, es pérdida segura. La rentabilidad real del inversor en estos activos es cercana a cero, cuando no negativa.
- La falta de una visión global de las finanzas personales del inversor, de su patrimonio neto, activos y pasivos, de sus fuentes de renta, su estructura de gastos, etc… lleva al inversor a situaciones un tanto ridículas en las cuales no invierte, por ejemplo, en renta variable un 10% de su cartera porque es muy conservador y, acto seguido, le pide al banco una hipoteca a 40 años por el 100% del importe de la vivienda, asumiendo un riesgo financiero mucho mayor del que le corresponde.
Es esencial invertir de acuerdo con nuestro perfil de riesgo, pero también lo es que a la hora de evaluarlo, analizarlo y gestionarlos, consideremos otras fuentes de riesgo que pueden ser tan perjudiciales, o más, que la volatilidad.
En definitiva, antes de tomar decisiones de inversión se hace imprescindible un análisis casi íntimo de aquellas circunstancias que rodean la decisión y que marcan en definitiva, mucho más de lo que creemos, lo que llamamos volatilidad.
El concepto de volatilidad es diferente para cada persona, pues depende de factores individuales.
Recientemente llegaba a nuestras manos un artículo escrito por Enrique Borrajeros, Director de Desarrollo de Negocio de Abante Asesores, en el que da algunas claves de los riesgos a los que se enfrenta cualquier inversor y lo difícil que resulta evaluar los mismos. Entre ellos destaca los que siguen:
- La ausencia de planificación, de saber dónde estamos, qué queremos conseguir y cómo lo vamos a financiar, nos conduce a la búsqueda al azar de la inversión de moda, de la que ofrezca el banco o de la que tan bien le ha ido al inversor de éxito que abre la portada de la prensa de hoy. Nuestro plan financiero es personal e intransferible o no es, y tomar como referencia la rentabilidad de otro es asumir sus riesgos, sus plazos y sus circunstancias.
- Riesgo de crédito. La manifestación temprana de la crisis financiera internacional fueron las pérdidas sufridas en inversiones cuyo activo subyacente no tenía la calificación crediticia que se la atribuía. Incluso hoy, las emisiones de deuda pública (deuda del estado, bonos patrióticos…) no gozan de la calidad crediticia que tradicionalmente han tenido. Es más, los depósitos, paradigma de la seguridad (fiduciaria), son hoy, en el caso de algunas entidades, un activo seguro gracias a un rescate bancario.
- Contraparte y valoración. Es curioso como asociamos seguridad a ausencia de mercado, de cotización diaria de un activo. La formación de precios, por amplia y libre concurrencia de oferta y demanda, garantiza las posibilidades de comprar o vender activos. El problema es que necesitemos el dinero de nuestra inversión y no podamos vender, o tengamos que hacerlo a un precio que calcula el propio emisor del título, que hace de contraparte. Este ha sido el “mercado” de preferentes.
- Inflación e impuestos. En un entorno de mayor fiscalidad y mayor inflación, invertir al 3,5% o el 4%, sin posibilidad de optar a mayores rentabilidades, es pérdida segura. La rentabilidad real del inversor en estos activos es cercana a cero, cuando no negativa.
- La falta de una visión global de las finanzas personales del inversor, de su patrimonio neto, activos y pasivos, de sus fuentes de renta, su estructura de gastos, etc… lleva al inversor a situaciones un tanto ridículas en las cuales no invierte, por ejemplo, en renta variable un 10% de su cartera porque es muy conservador y, acto seguido, le pide al banco una hipoteca a 40 años por el 100% del importe de la vivienda, asumiendo un riesgo financiero mucho mayor del que le corresponde.
Es esencial invertir de acuerdo con nuestro perfil de riesgo, pero también lo es que a la hora de evaluarlo, analizarlo y gestionarlos, consideremos otras fuentes de riesgo que pueden ser tan perjudiciales, o más, que la volatilidad.
En definitiva, antes de tomar decisiones de inversión se hace imprescindible un análisis casi íntimo de aquellas circunstancias que rodean la decisión y que marcan en definitiva, mucho más de lo que creemos, lo que llamamos volatilidad.